sábado, 25 de abril de 2020

SOMOS MAS DESOBEDIENTES QUE EL MAR



Job 7:12 [RV60]

¿Soy yo el mar, o un monstruo marino, Para que me pongas guarda?

"¿Soy acaso el mar, el monstruo del abismo, para que me pongas bajo vigilancia?"

Esta era una pregunta extraña que Job le formuló al Señor. Él se sentía demasiado insignificante como para ser observado y castigado, y esperaba no ser tan desobediente como para necesitar ser controlado.
La pregunta era natural proviniendo de alguien que padecía sufrimientos insoportables pero, después de todo, puede producir una respuesta humillante. Es un hombre, no el mar, pero está mucho más lleno de dificultades y desobediencia. El mar obedece respetuosamente sus límites, y aunque sea solo una faja de arena, el mar no sobrepasa el límite. Poderoso como es, el mar escucha el divino "hasta acá", y cuando está más embravecido por la tempestad respeta la palabra; pero el hombre obstinado desafía al cielo y agobia a la Tierra, y tampoco existe un fin para esta ira rebelde.

El mar, obediente a la luna, baja y fluye con incesante regularidad y, por lo tanto, rinde tanto una obediencia activa como pasiva, pero el hombre, intranquilo más allá de su esfera, duerme dentro del cumplimiento del deber, indolente en donde debería ser activo. Ni avanzará ni se detendrá a la orden divina, sino que prefiere, huraño, hacer lo que no debería hacer y dejar sin hacer aquello que se requiere de él.

Cada gota en el océano, cada burbuja perlada y cada espuma, todo caparazón y piedrita sienten el poder de la ley y se rinden o se mueven de inmediato.

¡Oh, qué nuestra naturaleza fuera, aunque sea en una milésima parte, conforme a la voluntad de Dios! Decimos que el mar es inconstante y falso, ¡pero qué constante que es! Desde los días de nuestros padres y en los tiempos anteriores a ellos, el mar está donde siempre estuvo, golpeando los mismos acantilados al mismo ritmo; sabemos dónde encontrarlo, no abandona su lecho y no cesa su bramar incesante, pero ¿dónde está el hombre vano, el hombre inconstante? ¿Puede el hombre sabio adivinar por cuál insensatez será tentado en su obediencia? Necesitamos más vigilancia que el mar ondulante, y somos mucho más rebeldes.

Señor, contrólanos para tu propia gloria. Amén.

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